En la historia de la multifacética Fiesta Brava existe una suerte poco vista actualmente pese a su indudable espectacularidad, conocida como EL TANCREDO… Consiste en que un torero generalmente vestido de blanco y trepado en un banquillo, esperaba al toro a la salida de los toriles y aguantaba a pie firme las primeras carreras del burel, confiando en que éste solo embiste a lo que se mueve…
Su mérito era ese: permanecer inmutable, totalmente quieto para no provocar la embestida del toro, pues cuando hacía el menor movimiento, venía el percance…
Hay quien recuerda que, en eso de demostrar que el toro únicamente embiste a lo que se mueve, ¡hasta manojos de alfalfa se fijaban al banquillo, para que el cuadrúpedo llegara a agasajarse…!
Se dice que a finales del siglo XIX esta suerte fue creada por un novillero valenciano, Tancredo López, que al no poder figurar en los carteles, desesperadamente recurrió a esta vistosa pero peligrosa maniobra con tal de encauzar su pasión profesional…
Sin embargo, los percances se hicieron frecuentes y dicha suerte fue relegada a espectáculos cómico-taurinos y a últimas fechas es parte del repertorio de los “recortadores” que la completan con vistosa pirueta sobre los lomos del animal…
Este término -<hacer el Tancredo>-, pasó al habla cotidiana cuando se dice de alguien que permanece inmutable ante una situación hostil y es evidencia de que el lenguaje meramente taurino ha pasado a ser parte de las expresiones coloquiales…
por Enrique Bringas
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