Las fiestas de los toros han sufrido a lo largo de su existencia numerosos ataques de los gobernantes políticos, opositores e incluso la Iglesia con el pleno interés de eliminarla, fracasando cualquiera de estos intentos.
Las críticas se remontan a la antigüedad romana: Cicerón se opuso públicamente a los espectáculos con animales en el anfiteatro. Después siguieron las críticas de los primeros escritores cristianos y canonistas a las llamadas venationes, como Prudencio, Casiodoro, San Agustín o San Juan Crisóstomo, que censuraban los espectáculos públicos con fieras (incluidos los toros bravos), por arriesgar "frívolamente" la vida humana, postura de orden moral que se prolongó más o menos en los mismos términos durante la Edad Media y que movió a varios papas a promulgar prohibiciones. Por ejemplo, la bula papal Salute Gregis (1567), de Pío V, que prohibió los espectáculos taurinos.
Gregorio XIII, su sucesor, levantó parcialmente la prohibición ocho años después a petición de Felipe II. El motivo era que la prohibición causaba perjuicios no a la fiesta, sino a la propia religión católica española: «era el principal (perjuicio) el desprecio que de la excomunión hacían los aficionados a correr y ver correr los toros» en plena época de la Inquisición.
En la década de 1570, el entonces canónigo de la catedral de Toledo Alonso Velázquez escribió un tratado contrario a las corridas de toros que llevaba por título Tratado contra la bárbara costumbre de correr toros en España, aunque no queda constancia de que llegase a publicarse.
Durante el siglo XVIII las corridas de toros también fueron polémicas y han sufrido críticas e incluso prohibiciones. La nueva dinastía llegada a España (los Borbones), y en general la aristocracia afrancesada, despreciaba estos espectáculos por considerarlos indignos y propios del populacho, por lo que Felipe V prohibió su ejercicio a sus cortesanos (1723). Fernando VI solo consintió las corridas a cambio de que sus beneficios se destinarán a obras de caridad como sufragar hospitales y hospicios.
Carlos III, influido por el Conde de Aranda, prohibió las corridas de toros en 1771. Sin embargo se hizo caso omiso y se continúo con la práctica. Francisco de Goya recogió en su serie de grabados sobre La Tauromaquia.
Gobernantes posteriores intentaron prohibir las corridas: Carlos IV volvió a hacerlo en 1805. Tras la Guerra de la Independencia Española, a lo largo del siglo XIX, surgía con frecuencia en el Congreso de los Diputados el debate de la prohibición. La última vez fue en 1877, cuando el Marqués de San Carlos propuso a los diputados la prohibición de las corridas de toros.
Los argumentos de los detractores de las corridas de toros han variado según el momento histórico, pero el objetivo ha sido siempre su abolición.
Ya en el siglo XXI el número de festejos taurinos desciende un 12% en 2012 y acumula una caída del 40% en los últimos cinco años. En 2008 se celebraron 3.295 espectáculos de tauromaquia, frente a los 1.197 que tuvieron lugar en 2014. Según ese estudio, en los años 2010-2011 únicamente el 8,5% de los españoles asistieron a algún espectáculo taurino.
Desde 2001, se han producido descensos año tras año, con bajadas muy fuertes por ejemplo entre 2003 y 2004. El 2013 fueron 2.684 celebraciones taurinas las que se realizaron.
Si el pueblo español ha superado las tentativas papales en el XVI, reales a finales del XVIII y principios del XIX, ¿se va a dar por vencida la afición Taurina porque una minoría pretenda suprimir esta Fiesta que tanto significa para los países taurinos? ¿Estamos dispuestos a perder algo tan nuestro, tan arraigado en nuestra cultura?
Ya lo decía García Lorca, “el toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar; creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”.
Por último, a aquellos deseosos de prohibir una Fiesta tan culta y tan nuestra, habrá que mencionarles aquello del filósofo Francis Wolf: “a quienes son ajenos al mundo de los toros, esperando que vislumbren la universalidad de un arte singular…”.
Bibliografía
•«Los festejos populares en el siglo XXI», Alberto de Jesús, en Los toros de Cossío, vol. IV, pág. 663, Espasa Calpe, 2007.
•«Análisis de la tauromaquia desde sus raíces». Consultado el 04 de enero de 2021.
•Vargas Ponce, J. de (1807). Disertación sobre las corridas de toros.
• Vidart, L. (1887). Las corridas de toros y otras diversiones populares.
Por Lu Llanos
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