por Jaime Montoya Escamilla
“En el patio de cuadrillas se está formando el grupo de toreros para dar inicio al festejo”. Ya han rezado en la capilla y cada uno de los que “partirán plaza”, está reconcentrado en sí mismo, intentando superar su miedo y afrontar su responsabilidad”.
Es el momento de “liarse” el capote de paseo (colocarlo sobre el hombro izquierdo) es un auténtico ritual, un ceremonial breve, pero no por ello poco suntuoso; de mucha intimidad, recogimiento y ensimismamiento de los que visten de luces; es el momento de colocarlo en su sitio.
Por lo general al matador, figura principal de la cuadrilla se acostumbra y es tradición que sea el Apoderado (quien lleva su representación y poderes) quién le asista o ayude, en caso de que éste se encuentre ocupado en otros menesteres, será el peón de confianza quien le ayude; su encargo principal consistirá en que la esclavina o pliegue externo, como reborde del capote descanse sobre los hombros del torero y la figura o imagen quede bien colocada al centro de la espalda y luego, cuidará, apoyándose con ambas manos de planchar todo el capote sobre espalda y torso, evitando que se formen arrugas o pliegues.
Después de ello, cruzará los dos bordes de forma triangular por delante del cuerpo, ayudando al matador para ir recogiendo con ambas manos estos extremos y formar con ellos un aparente nudo o “anudado”, que sostendrá firmemente con la mano izquierda, descargando en este esfuerzo por sostenerlo, toda la tensión del momento porque el nerviosismo está al máximo. Los subalternos de a pie (incluyendo a los puntilleros), suelen acomodarse ellos mismos el capotillo o asistirse entre ellos.
El brazo y mano derecha quedaran libres, para poder santiguarse, al momento que suenan parches y metales, tocando el “toque de cuadrillas” que señala que ha llegado el momento tan esperado y siempre angustiante a la vez que anhelado: la hora del paseíllo que permitirá dar inicio a la corrida.
Dicha prenda se usa únicamente con fines ornamentales y tiene un peso aproximado de 3 kilogramos; tiene la misma forma que el capote de brega, pero es más lujoso (su costo variaba hace unos cinco años entre los 2,000 y los 6,000 euros, dependiendo del trabajo), es más ligero y de menor tamaño (que el de brega), por lo general suele ser de seda, bordado en oro y lentejuelas, adornado con galones.
Predominan en su diseño dos estilos: uno a base de figuras geométricas o bien jarrones y ramos de flores y/o palmas; y los que llevan en su parte central una imagen religiosa, prefiriendo muchos a la Virgen Dolorosa, y en nuestro caso, México, una Guadalupana o un Divino Rostro, un Señor del Gran Poder, o a la Virgen d la Macarena.
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